Nos recibe una ciudad cálida y lánguida. Antiguas casonas blasonadas nos saltan a la vista en cada recoveco de una noche tranquila. Por la mañana nos estremece el descubrimiento de los dulces moqueguanos, esas maravillas que conservan recetas de bisabuelas pero que esclavizan paladares contemporáneos y pretendidamente sofisticados. Luego partimos a pasear por viñedos centenarios, donde las frutas y verduras crecen al lado de impresionantes racimos de uva que se convertirán en ese caldo que revoluciona los sentidos. Les traemos ahora esta visita en fotografías, que tratan de capturar esa sensación de estar en un lugar poderoso, pero frágil. En su río ya no se pescan más esos gigantescos camarones que eran arrojados vivos a pailas que contenían decenas de ingredientes. Sin embargo, aún se pueden encontrar en sus callejuelas y bullangueros mercadillos, esos elementos que la hacen tan característica y tan entrañable. Visiten el álbum, comenten y compartan. Luego, planeen una escapada a este lugar y les garantizamos que se contagiaran de esa paz que se simboliza en la muelle siesta que la sabiduría ha bautizado como “moqueguana”.
Participamos en este trip de tranquilidad, siesta y comida Reynaldo Bedoya, Katy Valcárcel, Verónica García, Jorge Bedregal, Angélica Mendoza y Diana Calle.
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