Cada 40 días luego de los carnavales en buena parte del mundo la gente se pone reflexiva...
O al menos eso pretende.
Cada año, en ciertas fechas determinadas por un complicado calendario que nunca las deja ser el mismo día, dejamos de lado nuestras comilonas de carne y cerdo y exceso y las las reemplazamos por otras de pescado, y mazamorras y exceso. Supuestamente estamos en ayuno. O al menos en una abstinencia obligada.
La gente no se pone ya mantillas negras o ternos de color serio. No andan calladas en las iglesias pensando en los misterios que fundan su fe. Recorren la calle en bullicioso afán cumpliendo ciertas metas mínimas que poco tienen que ver con la fe. Parece a veces una necesidad mundana de marcar catorce iglesias en la cartilla, o recorrer más que el vecino.
No es común ver las calles vacías ya, y la letanía de las tres horas -que nunca fue popular- es ahora ignorada por casi todos. Claro, la tele -que ha sido el centro de los días santos en los últimos años- ya no es cristiana, ya no llora golpes de martillo y no crucifica a nadie casi nunca.
O lo hace -lo he podido comprobar- unas veinte veces al día, repitiéndose de canal en canal.
A esa atmósfera buscamos sustraernos, de alguna forma, los trippers, que ni devotos ni muy cristianos quisimos encontrar un ángulo nuevo para retratar el camino de los que se involucran en las fiestas.
Del comercio de Domingo de Ramos a la pachanga de la Quema de Judas, pasando por la reverencia actoral de un grupo de chicos que pusieron a Cristo en la cruz una vez más con cables y micros y sangre de utilería. De eso va este trip un tanto hereje, pero muy comprometido con una fiesta, con unos días que no debieran perderse...
O al menos eso pretende.
Cada año, en ciertas fechas determinadas por un complicado calendario que nunca las deja ser el mismo día, dejamos de lado nuestras comilonas de carne y cerdo y exceso y las las reemplazamos por otras de pescado, y mazamorras y exceso. Supuestamente estamos en ayuno. O al menos en una abstinencia obligada.
La gente no se pone ya mantillas negras o ternos de color serio. No andan calladas en las iglesias pensando en los misterios que fundan su fe. Recorren la calle en bullicioso afán cumpliendo ciertas metas mínimas que poco tienen que ver con la fe. Parece a veces una necesidad mundana de marcar catorce iglesias en la cartilla, o recorrer más que el vecino.
No es común ver las calles vacías ya, y la letanía de las tres horas -que nunca fue popular- es ahora ignorada por casi todos. Claro, la tele -que ha sido el centro de los días santos en los últimos años- ya no es cristiana, ya no llora golpes de martillo y no crucifica a nadie casi nunca.
O lo hace -lo he podido comprobar- unas veinte veces al día, repitiéndose de canal en canal.
A esa atmósfera buscamos sustraernos, de alguna forma, los trippers, que ni devotos ni muy cristianos quisimos encontrar un ángulo nuevo para retratar el camino de los que se involucran en las fiestas.
Del comercio de Domingo de Ramos a la pachanga de la Quema de Judas, pasando por la reverencia actoral de un grupo de chicos que pusieron a Cristo en la cruz una vez más con cables y micros y sangre de utilería. De eso va este trip un tanto hereje, pero muy comprometido con una fiesta, con unos días que no debieran perderse...
En este trip Participaron: Angélica Mendoza, Reynaldo Bedoya, Daniela Fernadez, Diana Calle, Enrique Durand, Andrea Lazo, Katherine Valcárcel.
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